La semana 11 de #SPA25CalFall25 es para #GloriaAnzaldúa. Al escuchar la lectura de Martha Palacio sobre Gloria Anzaldúa, sentí una conexión profunda entre lo que ella expresa y el ensayo de Anzaldúa que leímos esta semana. Ambas parten de un mismo punto: hablar desde la frontera, ese espacio donde la identidad, la lengua y el cuerpo se cruzan y se tensionan. Cuando Palacio dice “mi lengua se bifurca como el terreno” o “la herida que somos”, me recordó la manera en que Anzaldúa describe la frontera como una herida abierta, pero también como un lugar de creación y transformación. Lo que más me llamó la atención es como el lenguaje se convierte en un acto político. Palacio, al igual que Anzaldúa, muestra que hablar o escribir desde una lengua híbrida, desde una sintaxis “incorrecta”, es una forma de resistir y afirmar la propia existencia. En sus palabras se siente esa lucha por ocupar un espacio que el discurso dominante intenta borrar. En cuanto a las novedades literarias, tanto Palacio como Anzaldúa rompen con la estructura tradicional del ensayo. Su escritura mezcla poesía, reflexión y autobiografía, lo que genera una voz más viva, más encarnada. No se trata de teorizar desde la distancia, sino de pensar desde la experiencia, desde el cuerpo y la herida. Esa combinación de pensamiento y emoción me parece una de las aportaciones más poderosas de ambas. Al final, lo que une a Palacio y a Anzaldúa es que ambas escriben desde el temblor del límite. No para escapar de él, sino para habitarlo y darle sentido. En su escritura hay dolor, si, pero también una ternura feroz: la certeza de que la lengua –aunque herida– sigue siendo un lugar donde resistir y renacer.
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